Mujeres parte de la discusión pública:
un espacio que también nos pertenece
Por Flavia Arce
03/12/2019
La ‘‘Revolución de los 30 pesos’’ iniciada el 18 de octubre en nuestro país, por estudiantes de secundaria, debido el alza del pasaje del tren subterráneo, ha convocado una transversalidad de temáticas en la discusión pública. Un hecho histórico que, tras largos debates entre diferentes autoridades y la sociedad civil, ha dado paso al planteamiento de la creación de un acuerdo por una nueva constitución, según palabras del mismo presidente de la república, en que se llegue a un pacto con clara participación ciudadana.
En ese escenario, los medios de comunicación han sido los encargados de difundir los principales académicos, en los que debemos prestar atención para la futura creación de la carta magna, y estos son principalmente académicos varones. En primera instancia, ello abre cuestionamientos sobre la representatividad que se estará dando en el debate teórico constitucional. Dado que ya es un espacio donde interactúan personas pertenecientes a una elite, ya sea por su acceso a diversos recursos, en comparación al resto de la población.
¿Y si es desde las bases teóricas donde se están produciendo sesgos, y dejando a un lado otras visiones y percepciones?
Esto podría provocar que, para el resto de las personas se tornen negativos los procesos posteriores que requieran de su participación. Debido a que, si se perciben limitaciones de pensamientos en la cúspide, el mensaje no se vuelve esperanzador para ellos. Quienes que han salido a las calles, pidiendo a gritos que se escuchen sus voces, con el propósito de dar un nuevo sentido político, económico, y social al país, bajo principios de equidad e igualdad distributiva entre sus habitantes.
Pero desde un enfoque de género, otro cuestionamiento esta direccionado en relación a la cantidad de mujeres académicas involucradas a la discusión constitucional. De acuerdo con lo mencionado en un inicio, los medios de comunicación consideraron en un primer lugar a hombres, de universidades específicas para dar a conocer sus opiniones al respecto del acontecer nacional.
En esa línea, cómo se explicaría a las mujeres que han alzado las voces durante estos 46 días de movimiento social, que no se esta considerando en la discusión teórica a mujeres del mundo académico. Cómo explicarles a ellas, que consideran que la revolución será feminista o no será, que el marco legal máximo que regirá nuestras vidas será escrita solo por hombres.
Y es que el principal cuestionamiento va más allá de la cantidad de mujeres abogadas participando en el proceso, sino como se las está considerando, siendo sujetas de derechos, iguales en la sociedad, partes del cambio, de modo vinculante, real y efectivo.
Los movimientos feministas han ayudado a comprender que las mujeres deben, y tienen el derecho de autorepresentarse en todos los ámbitos que signifiquen intervención del Estado, en sus diferentes poderes. Cualquier política pública debe considerar la violencia que se les ha ejercido a las mujeres a lo largo de la historia, que ha sido desde la privación de derechos, hasta la misma muerte de ellas, en manos de femicidas.
Los enfoques feministas nos muestran de manera general, que la historia ha sido escrita por hombres, quienes han dejado su legado patriarcal en diferentes culturas e instituciones. Un legado que funciona bajo un sistema de dominación de la esfera pública y privada sobre la mujer, dejándola excluida de ciertas actividades, para limitarla a roles específicos, de tal modo que restrinja sus libertades, en las propias elecciones de desarrollo.
Lo anterior se menciona con el propósito de hacer énfasis en que los problemas que afectaban a las mujeres del siglo pasado, lo siguen haciendo hoy. Es el hombre quien sigue teniendo un rol preponderante en la toma de decisiones que afectan directamente a las mujeres, y al parecer aun no parece lógico, ni natural incluirlas en el debate.
Se ha utilizado el ejemplo de un nuevo proceso constituyente para evidenciar que la mujer queda relegada de los espacios de discusión pública. Y si se permite ser un poco más críticos, hay que reconocer que, aunque se estuvieran incluyendo a las académicas mas reconocidas en el campo del derecho institucional, el sesgo seguiría existiendo. Porque, en qué lugar quedaría la consideración de la opinión de académicas que sean indígenas, de aquellas que no pertenecen a las universidades tradicionales, o simplemente de todas aquellas que rompen con los patrones comunes de lo que debe ser una mujer exitosa para tener el derecho de dar opinión. Una pregunta abierta que se podría responder observando como interactúan los espacios abiertos con la mujer, ya sea en cantidades y en lo comúnmente conocido, con la capacidad de voz y voto.
Existe un arduo trabajo social, en el que se debe considerar a las mujeres como individuas que están luchando por reivindicar aquello que le pertenece por derecho, la participación y la libertad de pensamiento y acción. Pero que a la vez presenta el desafío de reconocer la diversidad del colectivo femenino, en que existen mujeres con diferentes historias e intereses que representar.